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martes, 24 de marzo de 2020

Wilhelm Busch


LOS PRIMEROS TEBEOS EUROPEOS 
(Los primeros Tebeos)

por Demetrio Casado de Otaola

Existe cierta controversia sobre el origen del medio de comunicación conocido como Cómic (tebeos para quien suscribe). La tendencia general es considerar a los Estados Unidos como el país que inició el fenómeno con las tiras de prensa, pero hay quien piensa que fue en Europa donde se produjo la génesis del medio, con las creaciones de autores como el suizo Rodolphe Töpffer, los franceses Grandville, Cham y Doré o el alemán Wilhelm Busch.

Wilhelm Busch (1832-1908)

Wilhelm Busch fue un polifacético y prolífico artista. Entre las más famosas de sus obras se encuentran sus narraciones a base de secuencias dibujadas con imágenes y textos interdependientes pero separados espacialmente. Una técnica narrativa heredera en cierto modo de los romances de ciego, de las aleluyas, que también emplearon, antes que Busch, el suizo Töpffer y los franceses Grandville, Cham y Doré. 

 Aleluya del siglo XIX.

Pero, al igual que a sus predecesores, se le deben a Busch aportaciones personales. Wilhelm Busch resulta ser un precursor de los tebeos, pues realizó historietas mudas con cambios de plano y, por primera vez, líneas alrededor de los miembros de un personaje para representar movimiento y velocidad (las llamadas líneas cinéticas). En las viñetas de su obra El virtuoso muestra a un pianista que, interpretando un finale furioso, despliega unos movimientos frenéticos representados por unas líneas vertiginosas. En justicia, hay que decir que Töpffer y Doré también hicieron representaciones de movimientos veloces y desbocados.

La infancia de Busch en la aldea de Wiedensahl junto a su amigo Erich Bachmamm, el hijo del molinero, seguramente tuvo episodios parecidos a los mostrados en sus historias.


Su formación artística comienza en Düseldorf en la Academia de Pintura. La continuría en Amberes en la Academia de Bellas Artes donde se interesa por la  pintura flamenca. De vuelta a Alemania estudia en la Academia de Pintura de Múnich. También viajó a Roma y Florencia donde admiró sus grandiosas obras de arte y a la vez se sintió abrumado por ellas. Busch prefiere las sencillez, la modestia, la naturalidad... Las obras aquí reseñadas pueden ser un ejemplo de ello.

Como se ha dicho Buch realizó bastantes de estas narraciones que integran imágenes y texto. Hay quien considera que la mejor de ellas es Diógenes y los muchachos de Corinto. En todo caso  la obra del alemán que más repercusión tuvo en los tebeos fue:


Max und Moritz (1865): Son dos niños, hermanos entre sí,  que se dedican a hacer faenas a todo bicho viviente (animal o humano) que se ponga a su alcance. 
 
Primeras víctimas de Max y Moritz.

La musicalidad, la aliteración de los nombres de los protagonistas es una tónica en los tebeos y Busch elegiría apelativos de este tipo para otros de sus personajes.

El título completo de la obra es Max und Moritz - Eine Bubengeschicte in sieben Streichen. Algo así como Max y Moritz - una historia de siete bromas. La coletilla sigue la tradición alemana de subtitular los dramas. Busch está anunciando socarronamente que la cosa va acabar mal. Las bromas, harto pesadas, se narran en secuencias de dibujos de trazos sencillos y eficaces, que apoyan a textos de carácter poético y supuestamente moralista. Max und Moritz se publicó por primera vez en Alemania, merced al editor Kaspar Braun, en una historia con prólogo, siete breves capítulos (uno por fechoría) y la conclusión.
Trampa diabólica de Max y Moritz.

1ª Broma : En la primera broma, si es que puede considerarse tal, los hermanos preparan una trampa para el gallo y las tres gallinas de una desprevenida viuda. La  trampa, consistente en unos mendrugos de pan atados entre sí con unos hilos, que tendrá la fatal consecuencia de que las aves acaben auto ahorcándose al forcejar con los hilos. Es la misma trampa urdida por Till Eulenspiegel, un pícaro de la cultura popular alemana, cuyas correrías (aunque se tiene constancia del personaje desde el siglo XI) se publicaron por primera vez de forma escrita hacia 1500.  Till fue también un verdadero trasto desde pequeño y se complacía en mortificar y burlar a sus vecinos.

Till Eulenspiegel.
 
Terribles consecuencias de la 1ª broma.

Los lamentos de la desconsolada viuda por la pérdida de sus aves parodian las lamentaciones románticas.

Las bribonadas de Max y Moritz dan lugar a situaciones que se han de ver recurrentemente en muchos tebeos, películas y dibujos animados de tono humorístico.

2ª Broma: En la segunda broma Max y Moritz se valen de una caña de pesca para robarle las malogradas aves, una vez cocinadas, a la desconsolada viuda.

También, el ya mencionado, Till Eulenspiegel escamoteó, merced a sus marrullerías, algunas gallinas, propiedad de una campesina que junto a un gallo (lo único que le quedó a la incauta mujer) pretendía vender en el mercado.  Así mismo, una de las primeras fechorías del pícaro fue dar buena cuenta de un asado de cerdo del que no era destinatario.  Además se zampó con descaró un pollo asado destinado a la mesa del señor cura en cuya casa servía.

Max y Moritz y Till Eulenspiegel escamoteando gallinas.

 En estas viñetas de The Katzenjammer Kids, a la postre herederos americanos de Max y Moritz, se práctica la misma modalidad de pesca que la de los gamberros germanos.

El inocente perro de la viuda paga las culpas de Max y Moritz que se dan un jartón, apreciable en unas barrigas muy tebeísticas. Un caso de culpabilidad atribuida erróneamente, algo que suele darse con frecuencia en los tebeos humorísticos.
Un final parecido al a segunda broma de Max y Moritz de sus herederos americanos The katzenjammer kids.

  Barrigones en Max y Moritz, en M. Cryptogame (1845) de Töpffer y en Los trabajos de Hércules de Doré (1847).

 Otro caso de tripón por empacho, Benny de Pusey (1936).

 En esta historieta de los Katzenjammer Kids el intento de atribuir la culpa a unos inocentes sale por la culata.

3ª Broma: En la tercera broma los desalmados hermanos sierran a medias el puente de madera que cruza el río que hay junto a la casa de un sastre. Éste es provocado con burlas por Max y Moritz para que salga en su persecución y al cruzar el puente éste se rompa y el desavisado sastre se precipite al agua. 

 
El sastre víctima y el puente de la discordia.

De nuevo hay un paralelismo con una hazaña similar atribuida al otra vez mentado Till Eulenspiegel.

 
Los Katzenjammer Kids (herederos americanos de Max y Moritz) emplean una treta parecida.

 Situación parecida a las anteriores en El Teniente Blueberry.

Secuencias intercaladas de la broma del puente serrado de Max y Moritz y de Till Eulenspiegel. De este último en una adaptación a tebeo realizada por Dino Battaglia, que recoge la versión flamenca del personaje incorporado a su cultura popular en el siglo XVI.

Finalmente el sastre logra salir del agua con la ayuda involuntaria de dos gansos que le remontan en su vuelo.
.
Ave Roc salvadora, ilustración publicada en Monos, 1906.

Situación similar en las viñetas de The Katzenjammer Kids, herederos americanos de Max y Moritz.

 
Tintín también se vale de un ave para salir de una situación apurada.
                                                        
4ª Broma: La cuarta es el ya clásico bromazo del tabaco explosivo. La víctima es el infeliz maestro de Max y Moritz. 

 
 Cigarro puro explosivo en The Katzenjammer Kids.

Los docentes (es más fácil reírse de ellos que echarles una mano) son frecuentemente el blanco de las jugarretas de la pléyade de niños díscolos que han proliferado por las páginas de los tebeos. Ya el suizo Töpffer,  que fue maestro de escuela, en su obra M. Cryptogame de 1845, muestra cómo dos hermanos martirizan a su preceptor.

M. Cryptogame (1845).

Posteriormente pueden servir  como ejemplo: Los Katzejammer Kids que mortifican al Inspector, un inspector educativo claro.
 
The Katzenjammer Kids.
 

En España se rienea Zipi y Zape, que dan mala vida a asu profesor D. Minervo y El Profesor Tragacanto y su clase que es de espanto. 

Viñetas de Zipi y Zape.
El Profesor Tragacanto.

Todos estos personajes son, en cierto modo, herederos de Max y Moritz.

5 ª Broma: Max y Moritz no respetan a nadie, ni siquiera a la familia. La quinta víctima de sus barrabasadas es su propio tío. Al que dan la noche introduciendo escarabajos en su cama. Meter criaturas de la naturaleza en lecho ajeno es una bromita recurrente. Seguramente quienes leen este trabajo saben de algún caso parecido. El abuelo de quien suscribe tuvo la ocurrencia de coger unos karramarros (cangrejos de mar) de la playa y meterlos en la cama de su cuñada. Para él fue de lo más divertido, no entendió los reproches de su esposa y hermana política. Se defendió argumentando que no había matado a nadie (algún karramarro quizá pagó las consecuencias).

 
Viñeta de Profesor Cojonciano. Meter bichos en la cama reales o de pega se la ha ocurrido a más de uno.

6 ª Broma: En su sexta faena los hermanos entran por la chimenea de una panadería para robar pretzels, las típicas rosquillas alemanas.

 

En el transcurso del allanamiento sufren varias transformaciones de lo más tebeísticas (valga el palabro): Al caer por la chimenea quedan negros de hollín, luego blancos al caer en una artesa de harina.

 Otros incautos que se ensucian de hollín al caer por la chimenea de la casa de los Katzenjammer Kids.

 Este Pitufo también acaba negro de hollín tras allanar la casa del Gran Pitufo colándose por la chimenea.

Tras otro tropiezo se embadurnan de masa.


Sorprendidos por el panadero son amasados y horneados, dando como resultado unos curiosos panes maxymoritzformes.


Una vez más se ha de mencionar a Till Eulespiegel que le tomó el pelo al panadero para quien trabajaba amasando panes con forma de animalillos.

Till Eulespiegel amasando. 

Parecería que esté es su fin, pero sobreviven y escapan de su alimenticia prisión a mordisco limpio.


7ª Broma: Nuevamente se ha de mencionar a Till Eulenspiegel, pues él también robó pan valiéndose de un saco agujerado. Agujerear los sacos de un laborioso campesino fue la séptima y última broma de Max y Moritz,  que tendrá fatales consecuencias. Los sacos a rellenar parece que se presten a que algún gracioso los agujereé. Como se ve en la tira El saco sin fondo, de principios del siglo XX, del estadounidense de origen alemán Ladendorf. Es probable que por su ascendencia conociera y fuera influenciado por la obra de Busch. La pareja de niños gamberros de la tira de Ladendorf son también un rubio y un moreno como Max y Moritz.


Siguiendo con Max y Moritz, el campesino de marras logra atraparlos y se cobra una macabra venganza, llevándolos a un molino (que existe y puede visitarse hoy en día en la localidad alemana de  Ebergötzen, donde hay un museo dedicado a la obra de Busch) y triturarlos, literalmente, convirtiéndoles en grano que es devorado por unos patos.


Las ilustraciones que muestran el fin de los hermanos son también de lo más tebeísticas, incluso de dibujos animados,  y de un tono un tanto sádico del que no está exento el conjunto de la  obra. Resulta chocante la ausencia de los padres de Max y Moritz en toda la historia, ni para reprenderles, ni para llorarles tras su fin. Nadie les llora en realidad. Hay quien lo interpreta como muestra de la impasibilidad del alemán burgués a quien sólo parecer importar la tranquilidad, el sosiego de la vida burguesa que reflejó la corriente artística alemana conocida como Bierdermeier en la primera mitad del siglo XIX.

 

 En esta viñeta final de The Katzenjammer Kids la historia acaba al revés y son los patos los devorados.

 *     *     *

“He oído y he visto muchas cosas relacionadas con la crueldad de los muchachos…” (Olalla, Robert Louis Stevenson, 1885)

Parece que existe una predisposición natural en la infancia por la travesura, por la trastada. El suizo Töpffer, que fue maestro de escuela y se conocía bien el paño, ya retrató en varias ocasiones niños (también hermanos) revoltosos, amantes del caos.

Viñetas de M. Crépin de Töpffer (1837).
 
Viñetas de M. Cryptogame de Töpffer (1845).

Coetáneo y paisano de Busch fue Heinrich Hoffmann (1809-1894). Aunque no tan relevante como el primero, sus historietas de Struwwelpeter (un rapaz desaseado y rebelde, de largas greñas y uñas) fueron bastante populares y pioneras en cuanto al uso de la imagen por su poder persuasivo y en cuanto al niño díscolo como protagonista. Al igual que Max y Moritz sus historias se narraban mediante dibujos con textos en verso al pie. También eran relatos moralizantes, aunque está intención podría cuestionarse por el ánimo, ante todo,  satírico de ambos autores. Otra característica común es el éxito que tuvieron con el público infantil. De nuevo podría cuestionarse si es este el verdadero o el único público al que estos dos alemanes dirigían sus trabajos, pero el carácter lúdico-moralizante de las obras así lo determina, por la mentalidad de la época, que no está del todo obsoleta hoy en día.

 
Der Struwwelpeter.

Las trastadas de los niños son situaciones recurrentes en los tebeos:

Historietas publicadas en 1906 en el semanario madrileño Monos.



Otra muestra de la guerra que dan los niños en la serie romántica, de los 50 del pasado siglo, Julieta Jones.

  Chiste de Don Flower´s.

 
Viñeta de Mortadelo y Filemón.

En Max y Moritz se refleja algo más que la tendencia traviesa propia de la infancia. En ocasiones dicha inclinación puede llegar a la crueldad. Busch estaba interesado en esta cuestión. En cierta ocasión escribe a un amigo: “¿Nunca has sorprendido la expresión de los niños cuando matan a un cerdo? ¿No? Pues recuerda la expresión de La Medusa. La muerte, la voluptuosidad se reúnen en ella.” Max y Moritz demuestran bastante crueldad, sobre todo hacia sus mayores. Seguramente sea por eso que gustaron tanto a los lectores infantiles, por dar rienda suelta a la maldad infantil contra los adultos. Al final se vuelven las tornas, los dos hermanos son tratados también cruelmente, por sus víctimas adultas y acaban engullidos por unos patos, vengadores quizá de sus primos, el gallo y las tres gallinas, primeras víctimas de Max y Moritz. Busch trataría de nuevo la cuestión de crueldades enfrentadas en su obra Las tentaciones de San Antonio de Padua de 1870.

Los estudiosos apuntan que con Max und Mortitz, Busch pretendía caricaturizar una sociedad de extracción burguesa y provocar la reflexión del lector. En una sociedad incipientemente capitalista, el burgués temía una inversión de papeles con el obrero y su previsible venganza. Esta cuestión preocupaba en Centroeuropa. El francés Doré se ocupa de ella en su obra Le communisme en tableau (1848). H. G. Wells hace una alegoría de ello en su obra de 1985 La máquina del tiempo. Es cierto que Busch se ocupó en sus obras de satirizar ciertos grupos y actitudes sociales: la cerrazón burguesa, al clero mojigato, la ignorancia, la inmoralidad… En su momento, aun siendo la obra un éxito, fue considerada un peligro para la juventud por algunos docentes y pedagogos. Paradójicamente, años después, a finales de los 60 del pasado siglo, se criticó por represiva. Eran los tiempos del antiautoritarismo. A pesar de todas estas consideraciones lo cierto es que lo que más ha calado de la obra de Busch  ha sido el gamberrismo de Max y Moritz, por lo que los dos hermanos germanos pronto tuvieron imitadores.

El planteamiento narrativo de las bribonadas de Max und Moritz y el consecuente castigo (aunque no tan drásticos ni utilizados siempre como moraleja ejemplarizante) ha creado escuela en multitud de historietas.

A finales del siglo XIX William Randolph Hearst, propietario de una cada vez más extensa cadena de periódicos en los Estados Unidos, fue consciente del tirón popular de las tiras de prensa, por lo que se planteó la creación de una nueva serie. Parece que Hearst conoció y apreció la obra de Busch cuando viajó a Alemania con 10 años de edad. En cualquier caso Max und Moritz fue publicada en Estados Unidos, traducida al inglés, en 1870. Hay que tener en cuenta la gran presencia social de la comunidad alemana emigrada en los Estados Unidos de aquellos años. No está claro si fue por iniciativa de Hearst o por la de su editor en el American Humorist, el alemán Rudolph Block, que se le encargase en 1897 al también alemán, emigrado a Estados Unidos en 1884, Rudolph Dirks, una tira a imagen y semejanza de Max und Moritz: The Katzenjammer Kids. Un trío de pilluelos que pronto quedaría reducido a dos hermanos de manifiesta ascendencia germana, rubio el uno, moreno el otro, tal cual Max y Moritz, con similitud fonética en cuanto a los nombres, Hans y Fritz, y similares inclinaciones por perjudicar al prójimo. Incluso Fritz peina un enhiesto mechoncillo rubio al igual que Moritz, parecido al que años después caracterizaría al celebérrimo Tintín.

 
Tintín.

Al principio Dirks siguió el modelo de Busch de secuencias de dibujos con textos al pie, pero pronto cambió a un método narrativo por el que muchos consideran a The Katzenjammer Kids como el primer tebeo.

Max y Moritz.
Los Katzenjammer Kids primigenios y los definitivos Hans y Fritz.

Los Kin-Der-Kids de Lyonel Feininger creados en 1906 son también, en cierto modo, herederos de Max y Moritz

 The Kin-Der-Kids.

En Francia y Bélgica se publicó Zig et Puce, una tira semanal que apareció por primera vez el 3 de mayo de 1925 en Dimanche Illustré, un suplemento del periódico francés L´Excelsior. La tira, creada por el francés Alain Saint-Ogan, cuenta las aventuras de dos jovenzuelos, rubio uno y moreno el otro, espigado éste y rechoncho aquel, como Max y Moritz y tantas parejas cómicas, en cuanto a hechuras, desde  Don Quijote y Sancho Panza

Max y Moritz.
 Zig et Puce.
Otra pareja cómica rubio y moreno, grueso y espigado: Skurvey y Kozy de la serie Flash Gordon. 

 Y otra más, Tranqui y Tronco.

En 1930 el belga Hergé, creador del celebérrimo Tintín, presenta la pareja de pilluelos Quick et Flupke, de nuevo un rubio y un moreno. Muchos estudiosos piensan que Max y Moritz fueron la inspiración directa de estos dos gamberros belgas, pero parece que siguen más bien los pasos de los mencionados anteriormente Katzenjammer Kids y, sobre todo, de  Zig et Puce

Max y Moritz y Autorretrato de  Hergé.
 
Quick et Flupke.

La influencia de Busch es reconocible en Ally Sloper, historieta de 1867 del matrimonio Charles Ross y Marie Duval.

En su día, en España se dejó notar la influencia de Busch en algunos dibujantes, destacando Apeles Mestres. En 1881 la editorial barcelonesa Verdaguer publicó una serie de cuadernos con el título Historietas ilustradas que recogían algunas de las obras del autor, rebautizado como Guillermo Busch. Años después el dibujante Josep Escobar dijo haberse inspirado en Max und Moritz, cuando creó a los hermanos Zipi y Zape en 1948, para el nº 57 de la revista Pulgarcito. De nuevo un rubio y un moreno. En defensa de estos gemelos hispanos hay que decir que los desastres que causan no se deben a una mala intención, ya que ellos siempre tienen buenos propósitos, sino a su carácter impulsivo e inquieto. A pesar de lo dicho por Escobar, parece más probable que Zipi y Zape estén inspirados en los Katzenjammer Kids, cuya difusión tuvo mayor alcance. Aunque en 1920 la publicación española TBO publicó algunas obras de Busch.

 Max y Moritz.
Zipi y Zape.

Las parejas compuestas por moreno y rubio han proliferado en los tebeos. También en el sexo femenino, como en el caso de otras dos hermanas: Julieta y Eva Jones de la serie de prensa The Heart of Julieta Jones, en la que también aparecieron los hermanos Hone, de nuevo moreno y rubio.

Julieta y Eva Jones.
 
 Los hermanos Hone.

Tim y Spud,  los populares protagonistas de la tira de prensa Tim Tyler´s Luck, eran también dos mozos rubio como la cerveza uno y moreno como la cerveza… negra el otro.

 Spud y Tim.

Otro caso es el de los hermanos Plunder. Kevin, rubio y más conocido como el héroe Ka-Zar y Parnival, moreno y más malo que arrancao, que se enfrentará a su hermano con el sobrenombre de El Saqueador.


Max und Moritz tuvo gran repercusión en Alemania. En 1910 más de medio millón de copias de la obra habían sido impresas y a día de hoy sigue reeditándose. Busch se convirtió en una figura admirada mundialmente. Artistas y celebridades de la época le requirieron. El emperador Guillermo II y el canciller Bismarck quisieron homenajearle. Llegó a recibir un retrato de un ciudadano de Togo con sus dos hijos, a los que había llamado Max y Moritz. Busch nunca quiso saber nada de agasajos, prefirió retirarse a su aldea natal para llevar una vida apacible.

Los dos hermanos inspiraron un musical en 1949, han dado nombre a algunos restaurantes y a alguna mascota que otra. Por ejemplo el célebre Barón Rojo le puso Moritz a su perro y regaló otro llamado Max a un amigo suyo.  También se llamaban Max y Moritz la pareja de aterradores perros dóberman del desasosegante relato El amo de los perros de Algis BudrysAsí mismo, el Africa Korps bautizó con los nombres de Max y Moritz a dos transportes blindados capturados a los británicos. Siguiendo con la II Guerra Mundial, Max y Moritz fueron los motes que los soldados alemanes dieron a dos prototipos de cañones autopropulsados que sirvieron en el Frente Oriental. La proyección, valga la expresión, de Max y Moritz dio lugar en 1934 a una película animada con marionetas, que recrea con gran fidelidad la inmortal obra de Busch. Puede verse en el siguiente enlace:


Hay algunas otras adaptaciones animadas y con imagen real: Max und Moritz (1956), dos episodios animados (1978) y Max und Moritz reloaded (2005), pero, en opinión de quien suscribe, inferiores a la anterior. Se ofrecen seguidamente enlaces de algunas de ellas:



En los países germanófonos Max y Moritz es toda una referencia de la cultura popular. Las dos caras sonrientes de los hermanos se han convertido en un símbolo de malicia. Han aparecido en publicidad y grafitis. No es raro que a los hermanos gemelos se les bautice como Max y Moritz. Existen sellos, marca páginas, muñecos, monedas… dedicados a la obra de Busch.


Como se ha visto, la influencia de Max y Moritz llegó a Estados Unidos e incluso se publicó en Japón en 1887, aparte de haber sido traducida a muchos idiomas, no sólo esta obra sino algunas más. En concreto 28 idiomas y algunos dialectos.

En los años 80 del pasado siglo XX se dedicó una exposición a la obra de Busch y a la de otros dibujantes en el Palacio de las Bellas Artes de Charleroi (Bélgica).

En 1992 la publicación infantil catalana Virolet dio a conocer algunas historietas del germano.

La obra completa Max und Moritz puede verse en su versión original en alemán, y en inglés, en http://www.fln.vcu.edu/mm/mmmenu.html.

En español hay varias ediciones: La de Mondadori de 1988;  Max und Moritz auf spanich, publicada por Philip Reclam, en la que los hermanos son rebautizados como Paco y Pedro; Anaya publicó Max y Moritz, junto a una recopilación de otras historietas de Busch, en 1990 y lo mismo hizo Ediciones de La Torre en 2007. Resulta curioso ver cómo cambian los textos dependiendo de la traducción. Dado que Busch escribía versos rimados y dada la diferencia entre el alemán y el castellano, es una tarea complicada adaptar la obra del autor germano. También hay ediciones en catalán y euskera.

Como se ha dicho, Busch es el autor de otras historietas como: 

El campesino y el molinero
(1860): Se diría que Busch tenía fijación con ahorcar animales, pues esta es la historia de un campesino que pierde a su burro al quedar éste enganchado en las aspas de un molino puestas en movimiento por un malintencionado molinero. El campesino no sólo pierde a su jumento, sufre además la violenta reprimenda de su mujer que parece predispuesta a ello con burro o sin él. 

Tras un gag tipo slapstick en el que el campesino, involuntariamente, se toma la revancha con su mujer, se cobrará además su justa venganza, actuando, ahora sí, con nocturnidad y alevosía, serrando la base del poste que sostiene el molino.


El moscón (1861): presenta una situación harto frecuente, sobre todo en los calurosos días del verano, como es la pugna con un insecto incordiante.
 
El tío de Max y Moritz exterminador de escarabajos. Fin de El moscón.

El personaje incordiado, un inspector (quizá de educación, como una de las víctimas predilectas de los Katzenjammer Kids) consigue dar caza y pasaporte al bicho, a costa de algún trompazo, destrozos y de malograr su siesta. El sueño perturbado y el fin del insecto son circunstancias comunes con la quinta travesura de Max y Moritz, consistente en meter escarabajos en la cama de su tío. 

 Trampa de Max y Mortiz.

Enrique el maligno (1864): De nuevo protagonizada por un niño perverso, muy en la línea de la posterior Max y Moritz. Así, de forma parecida a la que Max y Moritz  atraen a   unos pollos a una trampa con trozos de pan, Enrique trata de capturar a una cría de ganso atrayéndole con un pretzel, la omnipresente rosquilla alemana, aunque con resultados muy distintos.

Enrique agredido por los gansos en respuesta a su maligna acción y arrojado por la chimenea de su casa para amerizar en la sopa.
Víctima de Max y  Moritz salvado por dos ocas.

Max y Moritz caen por la chimenea.

Enrique resulta vapuleado por los gansos adultos y le llevan por los aires para acabar arrojándolo por la chimenea de su casa, yendo a parar, renegrido de hollín, al puchero de sopa. En una de las fechorías de Max y Moritz, la víctima de turno acaba cayendo en un frío río, del que consigue salir agarrándose a dos ocas que le sacan volando. Así mismo, en otra de sus trapacerías, se cuelan en una panadería por la chimenea, pasando del negro, por el hollín, al blanco por caer en una artesa de  harina.

Final de Enrique el maligno.
Fin de Max y Moritz.

Las anátidas cierran ambas historias. En el caso de Max y Moritz son unos patos quienes les devoran transformados en grano. Y en el de Enrique el Maligno, los gansos se reparten el pretzel que Enrique usó como cebo con malignas intenciones.

Tras su captura, Hans muerde con su pico el dedo de la Tía Tula.

Hans Patachula, el cuervo de la desgracia (1867): Los protagonistas de esta historieta son el rapazuelo Fritz y el cuervo Hans. Nombres que adoptarían los herederos americanos de Max y Moritz, más conocidos como Katzenjammer Kids.

 Adamson es otro que trata de capturar un cuervo.

 
El dedo del Capitán Haddock también sufre el picotazo de un ave

La trama gira en torno a las zapa tiestas que ocasiona el capturado cuervo. Que comprenden las peripecias de la captura, agresiones a la tía de Fritz, peleas con los  animales domésticos de la casa, destrozos, borrachera de cuervo (viene a la memoria el cuervo Rockefeller, el muñeco del ventrílocuo José Luis Moreno) y un triste final. De nuevo un ahorcamiento, que recuerda al de los pollos devorados por Max y Moritz. Muchas de estas situaciones, que habrá vivido quien haya tenido córvidos en casa, se han visto después en tebeos y dibujos animados.

El perro de Fritz no hace buenas migas con el ladronzuelo cuervo. Algo parecido le pasa al perro y al cuervo de los Katzenjammer Kids y a Milú, el perro de Tintín, con un loro pendenciero.

Hans se emborracha.
Rockefeler, el beodo cuervo del ventrílocuo José Luis Moreno.

El final de los pollos víctimas de Max y Moritz. Este último con su característico mechón.
 
 
Dramático final del cuervo Hans Patachula con la Tía Tula explicando la moraleja de la tragedia a Fritz, que luce un mechoncillo que recuerda a Moritz.

 Otro intento de domesticar a un cuervo en The Katzenjammer Kids.

Baño en la noche del Sábado (1868): Está protagonizada por dos hermanos terremotos llamados Frantz y Fritz. Recuerdan estos cacofónicos nombres a los de Max y Moritz, además Franz es de tipo pícnico como Max y Fritz es más espigado y tiene un flequillito enhiesto como Mortiz

Max y Moritz.
 
Frantz y Fritz convierten el aseo del sábado en un desparramo de salpicaduras y vertidos de agua con sus trifulcas en la bañera. La cosa acaba con el consecuente castigo y un consejo sobre la inconveniencia de bañar a dos niños juntos. De nuevo niños traviesos, destrozos, represalias y moralejas. Pero en un tono mucho menos trágico que en las historias anteriores.

 Los Katzenjamer Kids, otra vez los herederos americanos de Max y Moritz, también crean el caos a la hora del baño.


El canuto (1868): Está también protagonizada por un niño perverso, llamado Franz (de nuevo aparece este nombre y el característico flequillo) que atormenta a su prójimo con un canuto que usa a modo de cerbatana. Broma pesada vista en muchos tebeos y perpetrada por más de uno en su infancia.

 
Viñeta de Mortadelo y Filemón.

El final de la historia, aparte de la consabida moraleja, es de nuevo una acción punitiva contra el muchachuelo gamberro. No tan drástica como en el caso de Max y Moritz, pero no exenta de crueldad, pues el rapaz pierde no pocos dientes como consecuencia de sus malas intenciones. Con culpa o sin ella así acaban muchos personajes de tebeo.


The Katzenjammer Kids, herederos americanos de la obra de Busch, aparecen aquí con sendos canutos y malas intenciones.



El gran chillador (1869): Cuenta la historia del inconsolable bebé  Willi, que berrea sin parar a pesar de lo denodados intentos de toda la familia por apaciguarle. Todo acaba cuando reparan en que unas tijeritas olvidadas entre los pañales estaban clavadas en el culito de la criatura.

La situación es similar a la de una una tira de la serie The Story of Hungry Henrieta, iniciada en 1905 por el genial Winsor McCay, en la que toda una familia se desvive haciendo cucamonas para que la bebé Henrieta deje de llorar.

Final de El Gran Chillador.

Al final el niño duerme feliz en su camita tras resolverse el desaguisado, una imagen similar a la del final de la quinta travesura de Max y Moritz cuando su tío consigue eliminar a todos los escarabajos que sus sobrinos han metido en su cama y vuelve al sueño reparador.

 
Final de la quinta travesura de Max y Mortiz.

Las dos hermanas (1881): Tiene vinculación con el folclore alemán. Es un hermoso cuento parecido al Rey Rana, que popularizaron los Hermanos Grimm, con connotaciones del de La Cenicienta.

Aparte de su belleza las ilustraciones muestran unas logradas transformaciones de rana en gallardo mozo y viceversa.


Quien suscribe, de ocupación maestro, ha podido comprobar la vigencia de esta historia, pues ha sido del muy del gusto de un grupo de alumnos de 2º curso de Primaria de muy diversas procedencias.

Las referencias folclóricas en la obra de Busch se deben al interés que desarrolló por la cultura popular en su juventud al enfermar y tener que regresar a su aldea natal para recuperarse.

 Viñetas de Las Hermanas Gilda por Vázquez.

 Viñeta de Chorradas de Hadas El príncipe desencantado por Wally Wood.

Desde que los Hermanos Grimm dieron a conocer este cuento, besar ranas se ha convertido casi en una costumbre en algunos tebeos.



Plisch y Plum (1882): Son dos perritos rescatados de morir ahogados por dos hermanos de nombres tan sonoros como los de los cachorros, Paul y Peter. En el caso de los cánidos sus nombres se deben al ruido que producen al caer en el agua. Plum es una onomatopeya usada por Busch en más de una ocasión.

De nuevo Busch presenta a dos chicuelos hermanos con morfología parecida a la de Max y Moritz, que salvan cada uno al perrito que coincide con su fisonomía. Plisch es un perro esbelto como Paul y Plum es más pequeño y redondito como Peter


Los niños se llevan los perritos a casa y, como tantas vece ocurre, pese a la negativa inicial del padre, los cachorros acaban siendo acogidos en el hogar gracias a la opinión favorable de la madre. Hay una correspondencia fisiológica de los hijos con sus progenitores, de Paul con su espigado padre y de Peter con su chaparrita y renchonchilla madre. Rasgos que parecen acordes con su carácter, siempre intercediendo por sus hijos frente a su marido. Podría ser esta madre un reflejo de la propia bondadosa madre de Busch quien abogó por él para que se le permitiése desarrollar su carrera artística.

Plish y Plum no esperan a nadie y se comen el puré de patatas. Perros traviesos y comida sin vigilar…
Hans Patachula hace los honores a la mermelada de la Tía Tula.

En esta historia perritos y niños unen fuerzas para causar tropelías y zarabandas, no por verdadera maldad sino porque son cachorros, como sabrán quienes hayan criado niños y perritos. Recuerda, en cierto modo, esta historia a los desaguisados que provoca el cuervo Hans Patachula cuando el pequeño Fritz lo lleva a casa.


Robar comida, perturbar el sueño, destrozar la ropa… trastadas que seguramente sean familiares para quienes hayan criado perros.


Otra analogía de Plish y Plum con Max y Moritz es que también se divide en 7 capítulos y conclusión. Los capítulos van presentando el repertorio de trastadas que suelen darse cuando se combinan perros y muchachos a medio criar: 


Destrozos cuando los chicos les dan a los perros un ratón para cazar, más destrozos en el jardín de la vecina en la persecución, soponcio de la vecina…


Los pantalones junto con los calcetines suelen ser las víctimas favoritas de los perritos. Le consta a quien suscribe, que además tiene un amigo que tuvo que indemnizar a un transeúnte porque su perra rasgo su pantalón, el viandante trato de sacar partido ladinamente de la situación. Situación pareja a la mostrada en el quinto capítulo de Plish y Plum.

Otra fuente de problemas suelen ser los intereses románticos de los perros macho, cuando estos coinciden en la misma hembra.


La disputa de Plish y Plum se extiende a sus amitos que acaban por zurrarse utilizando como arma todo lo que cae a su alcance, incluyendo la comida. La trifulca involucra al resto de la familia e incluso al cruel primer dueño de los perritos, que siempre aparece al final de cada capítulo de esta historia regocijándose del mal ajeno y de su suerte al haberse librado de los cachorros. No sale bien librado esta vez, pues se lleva el contenido de una sartén como sombrero.

Tanto desatino tiene como consecuencia medidas drásticas: Los perros encadenados a su caseta y los niños, metafóricamente, a un banco de la escuela. Paul y Peter no están por la labor de aprovechar las lecciones, por lo que el maestro recurre a un método pedagógico en desuso hoy en día, pero que, en este caso, consigue eficaces resultados. Tanto es así, que los niños se lo aplican también a sus perritos, con los mismos efectos. La azotaina llegó  a  ser la escena final de muchas historietas de The Katzenjammer Kids y de otras muchas historietas.

Ilustración de una historieta publicada en 1906 por el semanario madrileño Monos y viñetas de Katzenjammer Kids y Buz Sawywer

“-Tommy Dermott- le dije, al sentirme algo más tranquilo-, Tommy Dermott, voy a colocarte sobre mis rodillas y a darte la paliza más grande que jamás has recibido muchacho alguno desde que el mundo es mundo.” (Una aventura en el aire, Jack London).

Como todas las historias infantiles, y de esa época en particular, el final tiene una moraleja ejemplarizante. Los ya educados Plish y Plum rescatan las pertenencias de un acaudalado británico, que por su distracción, por estar más pendiente de lo lejano que de lo cercano (como tantos de nosotros), ha caído en una charca. Tan encantado queda con los perritos que los adquiere pagando generosamente por ellos, a los que se augura una vida fácil.

Los Katzenjammer kids también pueden aparentar ser niños buenos cuando quieren. 

Así las buenas acciones, el buen comportamiento, obtienen su recompensa. En cambio el dueño original de Plish y Plum sufre el destino que pretendía para los cánidos. De él sólo queda su pipa tirada en el suelo, imagen que cierra la historia, al igual que la pipa rota del maestro es la imagen que cierra la cuarta travesura de Max y Moritz. Un final un tanto cruel en la línea de la mayoría de las historias aquí reseñadas. 
Finales de la cuarte travesura de Max y Moritz y  de Plish y Plum.

La moraleja de todas estas historias ha de seguir los preceptos de una sociedad tan ordenada como la alemana. Una sociedad amante de la Geütlichkeit, expresión alemana que viene a ser algo así como la paz, el sosiego, lo que hoy se denomina espacio de confort… cuya alteración es motivo frecuente de la trama de estas historias cuya alteración es motivo frecuente de la trama de estas historias, especialmente las siestas; algo a lo que también son muy aficionados los Katzenjammer Kids, para desgracia del Capitán y el Inspector

 
Viñeta de The Katzenjammer Kids.

Aun así, dado el espíritu profundamente irónico de Busch y cierto pesimismo debido a su condición de adepto a la filosofía de Schopenhauer, caben muchas interpretaciones. No hay que olvidar que Busch iba para ingeniero según las intenciones de sus progenitores, de su padre fundamentalmente, y acabó siendo artista. Puede que a pesar de los castigos que sufren sus personajes o su reforma y rehabilitación, Busch parece también recrearse con la libertad, la espontaneidad, la naturalidad con la que se conducen previamente sus personajes. Es de señalar también que Busch pasó su primera infancia en una aldea. Libre y en plena naturaleza. Después se educó con un tío, pastor protestante, con el que desarrolló  objetividad, comprensión, autonomía, capacidad de observación, amor a la naturaleza… 

Todas las obras aquí reseñadas junto a Max y Moritz han sido recopiladas en español por Ediciones de la Torre y Anaya.

Pese al éxito que tuvieron las historietas satíricas de Busch y los pingües beneficios que reportaron a los editores de publicaciones como Fliegende Blätter y Münchner Bilderbagen,  Busch apenas fue remunerado por ello. Lo que le desanimó a continuar este tipo de obras. Es significativa, en este sentido, la última de ellas que lleva por título Die Hungerpille, “La pastilla del hambre”.

Busch es un referente de la cultura alemana. Quien suscribe ha podido comprobarlo preguntando a  oriundos alemanes cuando ha tenido la oportunidad. Vienen a la memoria dos pececitos que nadaban en el jardín de mi anfitriona, en alguno de mis viajes a Alemania, llamados Max y Moritz.

Algunos autores actuales relevantes como Tommi Ungerer y Maurice Sendak son seguidores confesos de Busch.


REFERENCIAS Gravett, Paul, 1001 cómics que hay que leer antes de morir, Grijalbo, Barcelona 2012. Guiral, Antoni, Del tebeo al manga: Una historia de los cómics 1, Panini. Varios, Catálogo de la exposición Beatos, Mecachis y Percebes, Biblioteca Nacional de España, 4 de octubre de 2018 a 13 de enero de 2019.Töpffer, Rodolphe, Monsieur Crépin, Monsieur Pencil, El Nadir, 2012. Töpffer, Rodolphe y otros, Pioneros del Cómic, El Nadir, 2014. Gaumer, Patrick y Moliterni, Claude, Diccionario del Cómic, Larousse, Barcelona, 1996. Busch, Wilhem, Max und Moritz auf spanich, Reclam, 2001. Wikipedia. Anónimo, Till Eulenspiegel, Colección Moby Dick 12, La Gaya ciencia, Barcelona 1972. Battaglia, Dino, El Gran Burlón, Súper Totem 4, Nueva Frontera, Madrid, 1979. Busch, Wilhelm, Max y Moritz, Mondadori, Madrid, 1988. Busch, Wilhelm, Max y Moritz y otras historias, Ediciones de la Torre, Madrid, 2007.






















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