LOS PRIMEROS TEBEOS EUROPEOS
(Los primeros Tebeos)
por Demetrio Casado de Otaola
Existe cierta controversia sobre el
origen del medio de comunicación conocido como Cómic (tebeos para quien
suscribe). La tendencia general es considerar a los Estados Unidos como el país
que inició el fenómeno con las tiras de prensa, pero hay quien piensa que fue
en Europa donde se produjo la génesis del medio, con las creaciones de autores
como el suizo Rodolphe Töpffer, los
franceses Grandville, Cham y Doré o el alemán Wilhelm
Busch.
Wilhelm Busch (1832-1908)
Wilhelm Busch fue un polifacético y prolífico artista.
Entre las más famosas de sus obras se encuentran sus narraciones a base de
secuencias dibujadas con imágenes y textos interdependientes pero separados
espacialmente. Una técnica narrativa heredera en cierto modo de los romances de ciego, de las aleluyas, que
también emplearon, antes que Busch, el suizo Töpffer y los franceses Grandville,
Cham y Doré.
Pero, al igual que a sus predecesores, se le deben a Busch aportaciones personales. Wilhelm Busch resulta ser un precursor de los tebeos, pues realizó historietas mudas con cambios de plano y, por primera vez, líneas alrededor de los miembros de un personaje para representar movimiento y velocidad (las llamadas líneas cinéticas). En las viñetas de su obra El virtuoso muestra a un pianista que, interpretando un finale furioso, despliega unos movimientos frenéticos representados por unas líneas vertiginosas. En justicia, hay que decir que Töpffer y Doré también hicieron representaciones de movimientos veloces y desbocados.
La infancia de Busch en la aldea de Wiedensahl junto a su amigo Erich Bachmamm, el hijo del molinero, seguramente tuvo episodios parecidos a los mostrados en sus historias.
Su formación artística comienza en Düseldorf en la Academia de Pintura. La continuría en Amberes en la Academia de Bellas Artes donde se interesa por la pintura flamenca. De vuelta a Alemania estudia en la Academia de Pintura de Múnich. También viajó a Roma y Florencia donde admiró sus grandiosas obras de arte y a la vez se sintió abrumado por ellas. Busch prefiere las sencillez, la modestia, la naturalidad... Las obras aquí reseñadas pueden ser un ejemplo de ello.
Pero, al igual que a sus predecesores, se le deben a Busch aportaciones personales. Wilhelm Busch resulta ser un precursor de los tebeos, pues realizó historietas mudas con cambios de plano y, por primera vez, líneas alrededor de los miembros de un personaje para representar movimiento y velocidad (las llamadas líneas cinéticas). En las viñetas de su obra El virtuoso muestra a un pianista que, interpretando un finale furioso, despliega unos movimientos frenéticos representados por unas líneas vertiginosas. En justicia, hay que decir que Töpffer y Doré también hicieron representaciones de movimientos veloces y desbocados.
La infancia de Busch en la aldea de Wiedensahl junto a su amigo Erich Bachmamm, el hijo del molinero, seguramente tuvo episodios parecidos a los mostrados en sus historias.
Su formación artística comienza en Düseldorf en la Academia de Pintura. La continuría en Amberes en la Academia de Bellas Artes donde se interesa por la pintura flamenca. De vuelta a Alemania estudia en la Academia de Pintura de Múnich. También viajó a Roma y Florencia donde admiró sus grandiosas obras de arte y a la vez se sintió abrumado por ellas. Busch prefiere las sencillez, la modestia, la naturalidad... Las obras aquí reseñadas pueden ser un ejemplo de ello.
Como
se ha dicho Buch realizó bastantes
de estas narraciones que integran imágenes y texto. Hay quien considera que la
mejor de ellas es Diógenes y los muchachos de Corinto. En todo caso la obra del alemán que más repercusión tuvo
en los tebeos fue:
▪Max
und Moritz (1865):
Son dos niños, hermanos entre sí, que se dedican a hacer faenas a todo bicho
viviente (animal o humano) que se ponga a su alcance.
Primeras víctimas de Max y
Moritz.
La
musicalidad, la aliteración de los nombres de los protagonistas es una tónica
en los tebeos y Busch elegiría
apelativos de este tipo para otros de sus personajes.
El
título completo de la obra es Max und Moritz - Eine Bubengeschicte in sieben Streichen. Algo así como Max y Moritz - una historia de siete bromas. La coletilla sigue la tradición alemana de subtitular los dramas. Busch está anunciando socarronamente que la cosa va acabar mal. Las bromas, harto
pesadas, se narran en secuencias de dibujos de trazos sencillos y eficaces, que
apoyan a textos de carácter poético y supuestamente moralista. Max und
Moritz se publicó por primera vez en Alemania, merced al editor Kaspar Braun, en una historia con prólogo, siete breves capítulos (uno por
fechoría) y la conclusión.
Trampa diabólica de Max y Moritz.
● 1ª Broma : En
la primera broma, si es que puede considerarse tal, los hermanos preparan una
trampa para el gallo y las tres gallinas de una desprevenida viuda. La trampa, consistente en unos mendrugos de pan
atados entre sí con unos hilos, que tendrá la fatal consecuencia de que las
aves acaben auto ahorcándose al forcejar con los hilos. Es la misma trampa
urdida por Till Eulenspiegel, un pícaro de la cultura popular alemana,
cuyas correrías (aunque se tiene constancia del personaje desde el siglo XI) se
publicaron por primera vez de forma escrita hacia 1500. Till
fue también un
verdadero trasto desde pequeño y se complacía en mortificar y burlar a sus
vecinos.
Till Eulenspiegel.
Terribles
consecuencias de la 1ª broma.
Los
lamentos de la desconsolada viuda por la pérdida de sus aves parodian las
lamentaciones románticas.
Las
bribonadas de Max y Moritz dan lugar a situaciones que se han de ver
recurrentemente en muchos tebeos, películas y dibujos animados de tono
humorístico.
● 2ª Broma: En
la segunda broma Max y Moritz se valen de una caña de pesca para robarle las malogradas
aves, una vez cocinadas, a la desconsolada viuda.
También,
el ya mencionado, Till Eulenspiegel escamoteó, merced a sus marrullerías, algunas
gallinas, propiedad de una campesina que junto a un gallo (lo único que le
quedó a la incauta mujer) pretendía vender en el mercado. Así
mismo, una de las primeras fechorías del pícaro fue dar buena cuenta de un
asado de cerdo del que no era destinatario. Además
se zampó con descaró un pollo asado destinado a la mesa del señor cura en cuya
casa servía.
En estas viñetas de The Katzenjammer Kids, a
la postre herederos americanos de Max y Moritz, se práctica la misma
modalidad de pesca que la de los
gamberros germanos.
El
inocente perro de la viuda paga las culpas de Max y Moritz
que se dan un jartón, apreciable en unas barrigas muy tebeísticas. Un caso de culpabilidad
atribuida erróneamente, algo que suele darse con frecuencia en los tebeos
humorísticos.
Un final parecido al a segunda broma de Max y Moritz de sus
herederos americanos The katzenjammer kids.
Barrigones en Max y Moritz, en M. Cryptogame (1845) de Töpffer y en Los trabajos de Hércules de Doré (1847).
En esta historieta de los Katzenjammer Kids el intento de atribuir la culpa a unos inocentes sale por la culata.
● 3ª Broma: En
la tercera broma los desalmados hermanos sierran a medias el puente de madera
que cruza el río que hay junto a la casa de un sastre. Éste es provocado con
burlas por Max y Moritz para que salga en su persecución y al cruzar el
puente éste se rompa y el desavisado sastre se precipite al agua.
El sastre víctima y el puente de la discordia.
De
nuevo hay un paralelismo con una hazaña similar
atribuida al otra vez mentado Till Eulenspiegel.
Los Katzenjammer Kids (herederos americanos
de Max
y Moritz) emplean una treta parecida.
Secuencias
intercaladas de la broma del puente
serrado de Max y Moritz y de Till Eulenspiegel. De este último en
una adaptación a tebeo realizada por Dino
Battaglia, que recoge la versión flamenca del personaje incorporado a su
cultura popular en el siglo XVI.
Finalmente
el sastre logra salir del agua con la ayuda involuntaria de dos gansos que le
remontan en su vuelo.
.
Tintín también se vale de un ave para salir de una
situación apurada.
● 4ª Broma: La cuarta es el ya clásico
bromazo del tabaco explosivo. La víctima es el infeliz maestro de Max y
Moritz.
Los
docentes (es más fácil reírse de ellos que echarles una mano) son
frecuentemente el blanco de las jugarretas de la pléyade de niños díscolos que
han proliferado por las páginas de los tebeos. Ya el suizo Töpffer, que fue maestro de
escuela, en su obra M. Cryptogame de 1845, muestra cómo dos hermanos martirizan a
su preceptor.
M. Cryptogame (1845).
Posteriormente
pueden servir como ejemplo: Los Katzejammer
Kids que mortifican al Inspector, un inspector educativo
claro.
The Katzenjammer Kids.
En España se rienea Zipi y Zape, que dan mala vida a asu profesor D. Minervo y El Profesor Tragacanto y su clase que es de espanto.
Viñetas de Zipi y Zape.
El Profesor Tragacanto.
Todos
estos personajes son, en cierto modo, herederos de Max y Moritz.
● 5 ª Broma: Max y Moritz no respetan a nadie, ni siquiera a la
familia. La quinta víctima de sus barrabasadas es su propio tío. Al que dan la
noche introduciendo escarabajos en su cama. Meter criaturas de la naturaleza en lecho ajeno es una bromita recurrente. Seguramente quienes leen este trabajo saben de algún caso parecido. El abuelo de quien suscribe tuvo la ocurrencia de coger unos karramarros (cangrejos de mar) de la playa y meterlos en la cama de su cuñada. Para él fue de lo más divertido, no entendió los reproches de su esposa y hermana política. Se defendió argumentando que no había matado a nadie (algún karramarro quizá pagó las consecuencias).
Viñeta de Profesor Cojonciano. Meter
bichos en la cama reales o de pega se la ha ocurrido a más de uno.
● 6 ª Broma: En su sexta faena los
hermanos entran por la chimenea de una panadería para robar pretzels, las
típicas rosquillas alemanas.
En
el transcurso del allanamiento sufren varias transformaciones de lo más tebeísticas (valga el palabro): Al caer
por la chimenea quedan negros de hollín, luego blancos al caer en una artesa de
harina.
Otros incautos que se ensucian de hollín al caer por la chimenea de la
casa de los Katzenjammer Kids.
Este Pitufo también acaba negro de hollín tras allanar la casa del Gran Pitufo colándose por la chimenea.
Tras
otro tropiezo se embadurnan de masa.
Sorprendidos por el panadero son amasados y horneados,
dando como resultado unos curiosos panes maxymoritzformes.
Una
vez más se ha de mencionar a Till Eulespiegel que le tomó el pelo
al panadero para quien trabajaba amasando panes con forma de animalillos.
Parecería
que esté es su fin, pero sobreviven y escapan de su alimenticia prisión a
mordisco limpio.
● 7ª Broma: Nuevamente
se ha de mencionar a Till Eulenspiegel, pues él también
robó pan valiéndose de un saco agujerado. Agujerear los sacos de un laborioso
campesino fue la séptima y última broma de Max y Moritz, que tendrá fatales consecuencias. Los sacos a
rellenar parece que se presten a que algún gracioso los agujereé. Como se ve en
la tira El saco sin fondo, de principios del siglo XX, del
estadounidense de origen alemán Ladendorf.
Es probable que por su ascendencia conociera y fuera influenciado por la obra
de Busch. La pareja de niños
gamberros de la tira de Ladendorf son
también un rubio y un moreno como Max y Moritz.
Siguiendo
con Max
y Moritz, el campesino de marras logra atraparlos y se cobra una macabra
venganza, llevándolos a un molino (que existe y puede visitarse hoy en día en
la localidad alemana de Ebergötzen,
donde hay un museo dedicado a la obra de Busch)
y triturarlos, literalmente, convirtiéndoles en grano que es devorado por unos
patos.
Las
ilustraciones que muestran el fin de los hermanos son también de lo más tebeísticas, incluso de dibujos animados, y de un tono un tanto sádico del que no
está exento el conjunto de la obra. Resulta
chocante la ausencia de los padres de Max
y Moritz en toda la historia, ni para reprenderles, ni para llorarles
tras su fin. Nadie les llora en realidad. Hay quien lo interpreta como muestra
de la impasibilidad del alemán burgués a quien sólo parecer importar la
tranquilidad, el sosiego de la vida burguesa que reflejó la corriente artística
alemana conocida como Bierdermeier en la primera mitad del siglo XIX.
En esta viñeta final de The Katzenjammer Kids la
historia acaba al revés y son los patos los devorados.
* * *
“He oído y he visto muchas cosas relacionadas con la crueldad de
los muchachos…” (Olalla, Robert Louis
Stevenson, 1885)
Parece
que existe una predisposición natural en la infancia por la travesura, por la
trastada. El suizo Töpffer, que fue maestro
de escuela y se conocía bien el paño, ya retrató en varias ocasiones niños
(también hermanos) revoltosos, amantes del caos.
Viñetas
de M.
Crépin de Töpffer (1837).
Viñetas
de M.
Cryptogame de Töpffer (1845).
Coetáneo
y paisano de Busch fue Heinrich Hoffmann (1809-1894). Aunque
no tan relevante como el primero, sus historietas de Struwwelpeter (un rapaz
desaseado y rebelde, de largas greñas y uñas) fueron bastante populares y pioneras en cuanto al uso de la imagen por su poder persuasivo y en
cuanto al niño díscolo como protagonista. Al
igual que Max y Moritz sus historias se narraban mediante dibujos con
textos en verso al pie. También eran relatos moralizantes, aunque está
intención podría cuestionarse por el ánimo, ante todo, satírico de ambos autores. Otra
característica común es el éxito que tuvieron con el público infantil. De nuevo
podría cuestionarse si es este el verdadero o el único público al que estos dos
alemanes dirigían sus trabajos, pero el carácter lúdico-moralizante de las
obras así lo determina, por la mentalidad de la época, que no está del todo
obsoleta hoy en día.
Der Struwwelpeter.
Las
trastadas de los niños son situaciones recurrentes en los tebeos:
Historietas publicadas en 1906 en el semanario madrileño Monos.
Viñeta de Mortadelo y Filemón.
En Max y
Moritz se refleja algo más que la tendencia traviesa propia de la
infancia. En ocasiones dicha inclinación puede llegar a la crueldad. Busch estaba interesado en esta
cuestión. En cierta ocasión escribe a un amigo: “¿Nunca has sorprendido la
expresión de los niños cuando matan a un cerdo? ¿No? Pues recuerda la expresión
de La Medusa. La muerte, la voluptuosidad se reúnen en ella.” Max y
Moritz demuestran bastante crueldad, sobre todo hacia sus mayores. Seguramente
sea por eso que gustaron tanto a los lectores infantiles, por dar rienda suelta
a la maldad infantil contra los adultos. Al final se vuelven las tornas, los
dos hermanos son tratados también cruelmente, por sus víctimas adultas y acaban
engullidos por unos patos, vengadores quizá de sus primos, el gallo y las tres
gallinas, primeras víctimas de Max y Moritz. Busch trataría de nuevo la cuestión de crueldades enfrentadas en su
obra Las
tentaciones de San Antonio de Padua de 1870.
Los
estudiosos apuntan que con Max und Mortitz, Busch pretendía caricaturizar una sociedad de extracción
burguesa y provocar la reflexión del lector. En una sociedad incipientemente
capitalista, el burgués temía una inversión de papeles con el obrero y su
previsible venganza. Esta cuestión preocupaba en Centroeuropa. El francés Doré se ocupa de ella en su obra Le
communisme en tableau (1848). H. G. Wells hace una alegoría de
ello en su obra de 1985 La máquina del tiempo. Es cierto que Busch se ocupó en sus obras de satirizar ciertos grupos y actitudes
sociales: la cerrazón burguesa, al clero mojigato, la ignorancia, la
inmoralidad… En su momento, aun siendo la obra un éxito, fue considerada un
peligro para la juventud por algunos docentes y pedagogos. Paradójicamente,
años después, a finales de los 60 del pasado siglo, se criticó por represiva.
Eran los tiempos del antiautoritarismo. A pesar de todas estas consideraciones lo
cierto es que lo que más ha calado de la obra de Busch ha sido el gamberrismo
de Max
y Moritz, por lo que los dos hermanos germanos pronto tuvieron
imitadores.
El
planteamiento narrativo de las bribonadas de Max und Moritz y el
consecuente castigo (aunque no tan drásticos ni utilizados siempre como
moraleja ejemplarizante) ha creado escuela en multitud de historietas.
A
finales del siglo XIX William Randolph Hearst, propietario de una
cada vez más extensa cadena de periódicos en los Estados Unidos, fue
consciente del tirón popular de las tiras de prensa, por lo que se
planteó la creación de una nueva serie. Parece
que Hearst conoció y apreció la obra de Busch cuando viajó a
Alemania con 10 años de edad. En cualquier caso Max und Moritz fue
publicada en Estados Unidos, traducida al inglés, en 1870. Hay que tener en
cuenta la gran presencia social de la comunidad alemana emigrada en los Estados
Unidos de aquellos años. No está claro si fue por iniciativa de Hearst o por la de su editor en el American
Humorist, el alemán Rudolph Block, que se le encargase en 1897 al
también alemán, emigrado a Estados Unidos en 1884, Rudolph Dirks, una
tira a imagen y semejanza de Max und Moritz: The Katzenjammer Kids. Un
trío de pilluelos que pronto quedaría reducido a dos hermanos de manifiesta
ascendencia germana, rubio el uno, moreno el otro, tal cual Max y
Moritz,
con similitud fonética en cuanto a los nombres, Hans y Fritz,
y similares inclinaciones por perjudicar al prójimo. Incluso Fritz
peina un enhiesto mechoncillo rubio al igual que Moritz, parecido al que años después caracterizaría al celebérrimo Tintín.
Tintín.
Al
principio Dirks siguió el modelo de Busch de secuencias de dibujos con
textos al pie, pero pronto cambió a un método narrativo por el que muchos
consideran a The Katzenjammer Kids como el primer tebeo.
Max y Moritz.
Los Katzenjammer
Kids primigenios y los definitivos Hans y Fritz.
Los
Kin-Der-Kids
de Lyonel Feininger creados
en 1906 son también, en cierto modo, herederos de Max y Moritz.
En
Francia y Bélgica se publicó Zig et Puce, una tira semanal que
apareció por primera vez el 3 de mayo de 1925 en Dimanche Illustré,
un suplemento del periódico francés L´Excelsior. La tira, creada
por el francés Alain Saint-Ogan, cuenta las aventuras de dos
jovenzuelos, rubio uno y moreno el otro, espigado éste y rechoncho aquel, como Max
y Moritz y tantas parejas cómicas, en cuanto a hechuras,
desde Don Quijote y Sancho
Panza.
Max y Moritz.
En
1930 el belga Hergé, creador del
celebérrimo Tintín, presenta la pareja de pilluelos Quick et Flupke, de nuevo
un rubio y un moreno. Muchos estudiosos piensan que Max y Moritz fueron la
inspiración directa de estos dos gamberros belgas, pero parece que siguen más
bien los pasos de los mencionados anteriormente Katzenjammer Kids y,
sobre todo, de Zig et Puce.
Max y Moritz y Autorretrato de Hergé.
Quick et Flupke.
La
influencia de Busch es reconocible
en Ally
Sloper, historieta de 1867 del matrimonio Charles Ross y Marie Duval.
En
su día, en España se dejó notar la influencia de Busch en algunos dibujantes, destacando Apeles Mestres. En 1881 la editorial barcelonesa Verdaguer publicó una serie de
cuadernos con el título Historietas ilustradas que recogían
algunas de las obras del autor, rebautizado como Guillermo Busch. Años
después el dibujante Josep Escobar dijo haberse inspirado en Max
und Moritz, cuando creó a los hermanos Zipi y Zape en
1948, para el nº 57 de la revista Pulgarcito. De nuevo un rubio y
un moreno. En defensa de estos gemelos hispanos hay que decir que los desastres
que causan no se deben a una mala intención, ya que ellos siempre tienen buenos
propósitos, sino a su carácter impulsivo e inquieto. A pesar de lo dicho por Escobar,
parece más probable que Zipi y Zape estén inspirados en los Katzenjammer
Kids,
cuya difusión tuvo mayor alcance. Aunque en 1920 la publicación
española TBO publicó algunas obras de Busch.
Max y
Moritz.
Zipi y Zape.
Las
parejas compuestas por moreno y rubio han proliferado en los tebeos. También en
el sexo femenino, como en el caso de otras dos hermanas: Julieta y Eva
Jones de la serie de prensa The Heart of Julieta Jones, en la
que también aparecieron los hermanos Hone, de nuevo moreno y rubio.
Julieta y Eva Jones.
Tim
y Spud,
los populares protagonistas de la tira
de prensa Tim Tyler´s Luck, eran también dos mozos rubio como la cerveza
uno y moreno como la cerveza… negra el otro.
Otro
caso es el de los hermanos Plunder. Kevin, rubio y más
conocido como el héroe Ka-Zar y Parnival, moreno y más malo que arrancao, que se enfrentará
a su hermano con el sobrenombre de El Saqueador.
Max
und Moritz tuvo
gran repercusión en Alemania. En 1910 más de medio millón de copias de la obra
habían sido impresas y a día de hoy sigue reeditándose. Busch se convirtió en una figura admirada mundialmente. Artistas y
celebridades de la época le requirieron. El emperador Guillermo II y el canciller Bismarck
quisieron homenajearle. Llegó a recibir un retrato de un ciudadano de Togo
con sus dos hijos, a los que había llamado Max y Moritz. Busch nunca quiso saber nada de agasajos, prefirió retirarse a su
aldea natal para llevar una vida apacible.
Los
dos hermanos inspiraron un musical en 1949, han dado nombre a algunos
restaurantes y a alguna mascota que otra. Por ejemplo el célebre Barón Rojo le puso Moritz a su perro y regaló otro llamado Max a un amigo suyo. También se llamaban Max y Moritz la pareja de aterradores perros
dóberman del desasosegante relato El amo de los perros de Algis Budrys. Así mismo, el Africa Korps bautizó con los nombres de Max y Moritz a dos
transportes blindados capturados a los británicos. Siguiendo con la II Guerra Mundial, Max y Moritz fueron los
motes que los soldados alemanes dieron a dos prototipos de cañones
autopropulsados que sirvieron en el Frente Oriental. La proyección, valga la expresión, de Max y Moritz dio lugar en
1934 a una película animada con marionetas, que recrea con gran fidelidad la
inmortal obra de Busch. Puede verse
en el siguiente enlace:
Hay
algunas otras adaptaciones animadas y con imagen real: Max und Moritz (1956),
dos episodios animados (1978) y Max und Moritz reloaded (2005),
pero, en opinión de quien suscribe, inferiores a la anterior. Se ofrecen
seguidamente enlaces de algunas de ellas:
Como
se ha visto, la influencia de Max y Moritz llegó a Estados Unidos
e incluso se publicó en Japón en 1887, aparte de haber sido traducida a muchos
idiomas, no sólo esta obra sino algunas más. En concreto 28 idiomas y algunos
dialectos.
En
los años 80 del pasado siglo XX se dedicó una exposición a la obra de Busch y a la de otros dibujantes en el
Palacio de las Bellas Artes de Charleroi (Bélgica).
En
1992 la publicación infantil catalana Virolet dio a conocer algunas
historietas del germano.
La
obra completa Max und Moritz puede verse en su versión original
en alemán, y en inglés, en http://www.fln.vcu.edu/mm/mmmenu.html.
En
español hay varias ediciones: La de Mondadori
de 1988; Max und Moritz auf spanich, publicada por Philip Reclam, en la que los hermanos son rebautizados
como Paco y Pedro; Anaya publicó Max y Moritz, junto a una recopilación de otras historietas de Busch,
en 1990 y lo mismo hizo Ediciones de La Torre en 2007. Resulta curioso ver cómo cambian
los textos dependiendo de la traducción. Dado que Busch escribía versos
rimados y dada la diferencia entre el alemán y el castellano, es una tarea
complicada adaptar la obra del autor germano. También hay ediciones en catalán
y euskera.
Como se ha dicho, Busch es el autor de otras historietas como:
▪El campesino y el molinero
(1860): Se diría que Busch tenía
fijación con ahorcar animales, pues esta es la historia de un campesino que
pierde a su burro al quedar éste enganchado en las aspas de un molino puestas
en movimiento por un malintencionado molinero. El campesino no sólo pierde a su jumento, sufre
además la violenta reprimenda de su mujer que parece predispuesta a ello con
burro o sin él.
Tras un gag tipo slapstick en el que el campesino, involuntariamente, se toma la
revancha con su mujer, se cobrará además
su justa venganza, actuando, ahora sí, con nocturnidad y alevosía, serrando la
base del poste que sostiene el molino.
▪El moscón (1861):
presenta una situación harto frecuente, sobre todo en los calurosos días del
verano, como es la pugna con un insecto incordiante.
El tío de Max y Moritz exterminador de
escarabajos. Fin de El moscón.
El personaje incordiado, un inspector (quizá de
educación, como una de las víctimas predilectas de los Katzenjammer Kids)
consigue dar caza y pasaporte al bicho, a costa de algún trompazo, destrozos y
de malograr su siesta. El sueño perturbado y el fin del insecto son
circunstancias comunes con la quinta travesura de Max y Moritz, consistente
en meter escarabajos en la cama de su tío.
▪Enrique el maligno (1864): De
nuevo protagonizada por un niño perverso, muy en la línea de la posterior Max y
Moritz. Así, de forma parecida a la que Max y Moritz atraen a
unos pollos a una trampa con trozos de pan, Enrique trata de capturar
a una cría de ganso atrayéndole con un pretzel, la omnipresente rosquilla
alemana, aunque con resultados muy distintos.
Enrique agredido por los gansos en
respuesta a su maligna acción y arrojado por la chimenea de su casa para amerizar en la sopa.
Max y Moritz caen por la chimenea.
Enrique resulta vapuleado por los
gansos adultos y le llevan por los aires para acabar arrojándolo por la
chimenea de su casa, yendo a parar, renegrido de hollín, al puchero de sopa. En
una de las fechorías de Max y Moritz, la víctima de turno
acaba cayendo en un frío río, del que consigue salir agarrándose a dos ocas que
le sacan volando. Así mismo, en otra de sus trapacerías, se cuelan en una
panadería por la chimenea, pasando del negro, por el hollín, al blanco por caer
en una artesa de harina.
Final de Enrique el maligno.
Fin de Max y Moritz.
Las anátidas cierran ambas historias. En el caso
de Max
y Moritz son unos patos quienes les devoran transformados en grano. Y
en el de Enrique el Maligno, los gansos se reparten el pretzel que Enrique
usó como cebo con malignas intenciones.
Tras su captura, Hans muerde con su pico
el dedo de la Tía Tula.
▪Hans Patachula, el cuervo de la desgracia (1867): Los
protagonistas de esta historieta son el rapazuelo Fritz y el cuervo Hans.
Nombres que adoptarían los herederos americanos de Max y Moritz, más
conocidos como Katzenjammer Kids.
El dedo del Capitán
Haddock también sufre el picotazo de un ave
La trama gira en torno a las zapa tiestas que
ocasiona el capturado cuervo. Que comprenden las peripecias de la captura,
agresiones a la tía de Fritz, peleas con los animales domésticos de la casa, destrozos,
borrachera de cuervo (viene a la memoria el cuervo Rockefeller, el muñeco
del ventrílocuo José Luis Moreno) y
un triste final. De nuevo un ahorcamiento, que recuerda al de los pollos
devorados por Max y Moritz. Muchas de estas situaciones, que habrá vivido
quien haya tenido córvidos en casa, se han visto después en tebeos y dibujos
animados.
El perro de Fritz
no hace buenas migas con el ladronzuelo cuervo. Algo parecido le pasa al perro y al cuervo de los Katzenjammer Kids y a
Milú,
el perro de Tintín, con un loro pendenciero.
Hans se emborracha.
El final de los
pollos víctimas de Max y Moritz. Este último con su característico mechón.
Dramático final
del cuervo Hans Patachula con la Tía Tula explicando la moraleja de
la tragedia a Fritz, que luce un mechoncillo que
recuerda a Moritz.
▪Baño en la noche del Sábado (1868): Está
protagonizada por dos hermanos terremotos
llamados Frantz y Fritz. Recuerdan estos cacofónicos
nombres a los de Max y Moritz, además Franz es de tipo pícnico como Max y
Fritz
es más espigado y tiene un flequillito enhiesto como Mortiz.
Max y Moritz.
Frantz y Fritz convierten el aseo
del sábado en un desparramo de salpicaduras y vertidos de agua con sus trifulcas
en la bañera. La cosa acaba con el consecuente castigo y un consejo sobre la
inconveniencia de bañar a dos niños juntos. De nuevo niños traviesos,
destrozos, represalias y moralejas. Pero en un tono mucho menos trágico que en
las historias anteriores.
Los Katzenjamer Kids, otra vez los
herederos americanos de Max y Moritz, también crean el caos
a la hora del baño.
▪El canuto (1868): Está también
protagonizada por un niño perverso, llamado Franz (de nuevo aparece
este nombre y el característico flequillo) que atormenta a su prójimo con un
canuto que usa a modo de cerbatana. Broma pesada vista en muchos tebeos y
perpetrada por más de uno en su infancia.
Viñeta de Mortadelo y Filemón.
El final de la historia, aparte de la consabida
moraleja, es de nuevo una acción punitiva contra el muchachuelo gamberro. No
tan drástica como en el caso de Max y Moritz, pero no exenta de
crueldad, pues el rapaz pierde no pocos dientes como consecuencia de sus malas
intenciones. Con culpa o sin ella así acaban muchos personajes de tebeo.
The Katzenjammer Kids, herederos americanos de la obra de Busch, aparecen aquí con sendos canutos y malas intenciones.
▪El gran chillador (1869): Cuenta
la historia del inconsolable bebé Willi, que
berrea sin parar a pesar de lo denodados intentos de toda la familia por
apaciguarle. Todo acaba cuando reparan en que unas tijeritas olvidadas entre
los pañales estaban clavadas en el culito de la criatura.
La situación es similar a la de una una tira de
la serie The Story of Hungry Henrieta, iniciada en 1905 por el
genial Winsor McCay, en la que toda
una familia se desvive haciendo cucamonas para que la bebé Henrieta deje de llorar.
Al final el niño duerme feliz en su camita tras
resolverse el desaguisado, una imagen similar a la del final de la quinta
travesura de Max y Moritz cuando su tío consigue eliminar a todos los
escarabajos que sus sobrinos han metido en su cama y vuelve al sueño reparador.
Final de la quinta
travesura de Max y Mortiz.
▪Las dos hermanas (1881): Tiene
vinculación con el folclore alemán. Es un hermoso cuento parecido al Rey
Rana, que popularizaron los Hermanos
Grimm, con connotaciones del de La
Cenicienta.
Aparte de su belleza las ilustraciones muestran
unas logradas transformaciones de rana en gallardo mozo y viceversa.
Quien suscribe, de ocupación maestro, ha podido
comprobar la vigencia de esta historia, pues ha sido del muy del gusto de un
grupo de alumnos de 2º curso de Primaria de muy diversas procedencias.
Las referencias folclóricas en la obra de Busch se deben al interés que
desarrolló por la cultura popular en su juventud al enfermar y tener que
regresar a su aldea natal para recuperarse.
Desde que los Hermanos Grimm dieron a conocer este cuento, besar ranas se ha
convertido casi en una costumbre en algunos tebeos.
▪ Plisch y Plum (1882): Son
dos perritos rescatados de morir ahogados por dos hermanos de nombres tan
sonoros como los de los cachorros, Paul y Peter. En el caso de los
cánidos sus nombres se deben al ruido que producen al caer en el agua. Plum es
una onomatopeya usada por Busch en
más de una ocasión.
De nuevo Busch
presenta a dos chicuelos hermanos con morfología parecida a la de Max y
Moritz, que salvan cada uno al perrito que coincide con su fisonomía. Plisch
es un perro esbelto como Paul y Plum es más pequeño y redondito
como Peter.
Los niños se llevan los perritos a casa y, como
tantas vece ocurre, pese a la negativa inicial del padre, los cachorros acaban
siendo acogidos en el hogar gracias a la opinión favorable de la madre. Hay una
correspondencia fisiológica de los hijos con sus progenitores, de Paul con
su espigado padre y de Peter con su chaparrita y
renchonchilla madre. Rasgos que parecen acordes con su carácter, siempre
intercediendo por sus hijos frente a su marido. Podría ser esta madre un
reflejo de la propia bondadosa madre de Busch
quien abogó por él para que se le permitiése desarrollar su carrera
artística.
Plish y Plum no esperan a nadie y se comen el puré de patatas. Perros traviesos y
comida sin vigilar…
Hans Patachula hace los honores a la mermelada de la Tía Tula.
En esta historia perritos y niños unen fuerzas
para causar tropelías y zarabandas, no por verdadera maldad sino porque son
cachorros, como sabrán quienes hayan criado niños y perritos. Recuerda, en
cierto modo, esta historia a los desaguisados que provoca el cuervo Hans
Patachula cuando el pequeño Fritz lo lleva a casa.
Robar comida,
perturbar el sueño, destrozar la ropa… trastadas que seguramente sean
familiares para quienes hayan criado perros.
Otra analogía de Plish y Plum con Max
y Moritz es que también se divide en 7 capítulos y conclusión. Los
capítulos van presentando el repertorio de trastadas que suelen darse cuando se
combinan perros y muchachos a medio criar:
Destrozos cuando los chicos les dan a los perros
un ratón para cazar, más destrozos en el jardín de la vecina en la persecución,
soponcio de la vecina…
Los pantalones junto con los calcetines suelen
ser las víctimas favoritas de los perritos. Le consta a quien suscribe, que
además tiene un amigo que tuvo que indemnizar a un transeúnte porque su perra
rasgo su pantalón, el viandante trato de sacar partido ladinamente de la
situación. Situación pareja a la mostrada en el quinto capítulo de Plish
y Plum.
Otra fuente de problemas suelen ser los intereses
románticos de los perros macho, cuando estos coinciden en la misma hembra.
La disputa de Plish y Plum se extiende
a sus amitos que acaban por zurrarse utilizando como arma todo lo que cae a su
alcance, incluyendo la comida. La trifulca involucra al resto de la familia e
incluso al cruel primer dueño de los perritos, que siempre aparece al final de
cada capítulo de esta historia regocijándose del mal ajeno y de su suerte al
haberse librado de los cachorros. No sale bien librado esta vez, pues se lleva
el contenido de una sartén como sombrero.
Tanto desatino tiene como consecuencia medidas
drásticas: Los perros encadenados a su caseta y los niños, metafóricamente, a
un banco de la escuela. Paul y Peter no están por la labor
de aprovechar las lecciones, por lo que el maestro recurre a un método
pedagógico en desuso hoy en día, pero que, en este caso, consigue eficaces
resultados. Tanto es así, que los niños se lo aplican también a sus perritos,
con los mismos efectos. La azotaina llegó
a ser la escena final de muchas
historietas de The Katzenjammer Kids y de otras muchas historietas.
“-Tommy Dermott- le dije, al sentirme algo más tranquilo-,
Tommy Dermott, voy a colocarte sobre mis rodillas y a darte la paliza más
grande que jamás has recibido muchacho alguno desde que el mundo es mundo.”
(Una aventura en el aire, Jack London).
Como todas las historias infantiles, y de esa
época en particular, el final tiene una moraleja ejemplarizante. Los ya
educados Plish y Plum rescatan las pertenencias de un acaudalado
británico, que por su distracción, por estar más pendiente de lo lejano que de
lo cercano (como tantos de nosotros), ha caído en una charca. Tan encantado
queda con los perritos que los adquiere pagando generosamente por ellos, a los
que se augura una vida fácil.
Así las buenas acciones, el buen comportamiento,
obtienen su recompensa. En cambio el dueño original de Plish y Plum sufre el
destino que pretendía para los cánidos. De él sólo queda su pipa tirada en el
suelo, imagen que cierra la historia, al igual que la pipa rota del maestro es
la imagen que cierra la cuarta travesura de Max y Moritz. Un final un
tanto cruel en la línea de la mayoría de las historias aquí reseñadas.
La moraleja de todas estas historias ha de seguir
los preceptos de una sociedad tan ordenada como la alemana. Una sociedad amante
de la Geütlichkeit, expresión alemana
que viene a ser algo así como la paz, el sosiego, lo que hoy se denomina
espacio de confort… cuya alteración es motivo frecuente de la trama de estas
historias cuya alteración es motivo frecuente de la trama
de estas historias, especialmente las siestas; algo a lo que también son muy
aficionados los Katzenjammer Kids, para desgracia del Capitán y el Inspector.
Aun así, dado el espíritu profundamente irónico de Busch y cierto pesimismo debido a su condición de adepto a la filosofía de Schopenhauer, caben muchas interpretaciones. No hay que olvidar que Busch iba para ingeniero según las intenciones de sus progenitores, de su padre fundamentalmente, y acabó siendo artista. Puede que a pesar de los castigos que sufren sus personajes o su reforma y rehabilitación, Busch parece también recrearse con la libertad, la espontaneidad, la naturalidad con la que se conducen previamente sus personajes. Es de señalar también que Busch pasó su primera infancia en una aldea. Libre y en plena naturaleza. Después se educó con un tío, pastor protestante, con el que desarrolló objetividad, comprensión, autonomía, capacidad de observación, amor a la naturaleza…
Viñeta de The
Katzenjammer Kids.
Aun así, dado el espíritu profundamente irónico de Busch y cierto pesimismo debido a su condición de adepto a la filosofía de Schopenhauer, caben muchas interpretaciones. No hay que olvidar que Busch iba para ingeniero según las intenciones de sus progenitores, de su padre fundamentalmente, y acabó siendo artista. Puede que a pesar de los castigos que sufren sus personajes o su reforma y rehabilitación, Busch parece también recrearse con la libertad, la espontaneidad, la naturalidad con la que se conducen previamente sus personajes. Es de señalar también que Busch pasó su primera infancia en una aldea. Libre y en plena naturaleza. Después se educó con un tío, pastor protestante, con el que desarrolló objetividad, comprensión, autonomía, capacidad de observación, amor a la naturaleza…
Todas las obras aquí reseñadas junto a Max y
Moritz han sido recopiladas en español por Ediciones de la Torre y Anaya.
Pese al éxito que tuvieron las historietas
satíricas de Busch y los pingües
beneficios que reportaron a los editores de publicaciones como Fliegende
Blätter y Münchner Bilderbagen, Busch
apenas fue remunerado por ello. Lo que le desanimó a continuar este tipo de
obras. Es significativa, en este sentido, la última de ellas que lleva por
título Die Hungerpille, “La pastilla del hambre”.
Busch es un
referente de la cultura alemana. Quien suscribe ha podido comprobarlo
preguntando a oriundos alemanes cuando
ha tenido la oportunidad. Vienen a la memoria dos pececitos que nadaban en el
jardín de mi anfitriona, en alguno de mis viajes a Alemania, llamados Max y
Moritz.
Algunos autores actuales relevantes como Tommi Ungerer y Maurice Sendak son seguidores confesos de Busch.
REFERENCIAS •
Gravett,
Paul, 1001 cómics que hay que leer antes de morir, Grijalbo, Barcelona
2012. • Guiral, Antoni, Del tebeo
al manga: Una historia de los cómics 1, Panini. • Varios, Catálogo de la exposición Beatos, Mecachis y Percebes, Biblioteca
Nacional de España, 4 de octubre de 2018 a 13 de enero de 2019. • Töpffer, Rodolphe, Monsieur Crépin, Monsieur Pencil, El
Nadir, 2012. • Töpffer, Rodolphe y
otros, Pioneros del Cómic, El Nadir,
2014. • Gaumer, Patrick y
Moliterni, Claude, Diccionario del Cómic, Larousse, Barcelona, 1996. • Busch, Wilhem, Max und Moritz auf spanich, Reclam,
2001. • Wikipedia.
• Anónimo,
Till Eulenspiegel, Colección Moby
Dick 12, La Gaya ciencia, Barcelona 1972. • Battaglia, Dino, El
Gran Burlón, Súper Totem 4, Nueva Frontera, Madrid, 1979. • Busch, Wilhelm, Max y Moritz, Mondadori, Madrid, 1988. • Busch, Wilhelm, Max y Moritz y otras historias,
Ediciones de la Torre, Madrid, 2007.
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